Éste es el título de una muy acertada selección de textos que publicó en 2001 la editorial Crítica bajo la dirección del editor Gonzalo Pontón. Hoy resulta difícil de encontrar, pero constituye una magnífica antología de fragmentos de la literatura española –aquí en su doble sentido, lingüístico y nacional- desde la Edad Media hasta fines del siglo XIX, desde el Cid hasta Clarín. Deliberadamente queda fuera todo el siglo XX, quizá por lo delicado de la cuestión, por la abundancia de nombres o por no alargar el volumen más allá del juego de palabras.
Todos los textos se nos presentan «a pelo», sin notas ni introducción ninguna. Son, lisa y llanamente, fragmentos escogidos que se nos ofrecen tal cual, en una buena versión pero sin más, totalmente desnudos. Textos imprescindibles listos para gustar por vez primera o para saborear de nuevo, en relectura morosa y placentera, con el tiempo necesario y la conciencia inevitable de estar ante pasajes amados en versión original, sin intermediarios.
Dice en el prólogo Francisco Rico que las antologías de lecturas le ganaron para la literatura, pues no en vano en cada pieza bien elegida se muestra la excelencia de la obra completa. Además, toda recopilación selecta tiene dos ventajas. La primera es segura, ya que convida sin demora a recordar episodios memorables. La segunda ya es más discutible; según él, quizás “quien comience haciendo zapping en los clásicos” acabará leyéndolos enteros.
Yo no estoy tan seguro, pero sí creo que casi todo lector de clásicos nace de una buena selección escolar, de un repertorio limitado de escenas, episodios o versos muy logrados que luego se amplia con el interés primero y la devoción después. En mi caso fue así, al menos. En una casa humilde en la que los únicos textos en letra impresa eran los prospectos de medicamentos, la irrupción del extinto diario Pueblo, que mi padre empezó a comprar por las tardes cuando salía del trabajo, fue el detonante de una avidez lectora pronto acompañada por tebeos y novelitas baratas de mis primos mayores, y finalmente estimulada para siempre por los cuentos, poemas y demás varia literatura de antologías escolares como aquel Senda de 3º de EGB, aquella antología de lecturas de Santillana ilustrada por José Ramón Sánchez, el de la historia de Pandora, la casa roja y sus amigos…
Por aquello de comparar, revisar y cotejar cuando y cuanto haga falta, aquí va la lista seleccionada por Pontón en el librito, toda ella de dominio público y bien accesible en la red por si gustan:
1. Cantar de Mio Cid: “La partida hacia el destierro”, versos 1 a 64.
2. Don Juan Manuel: Conde Lucanor. Enxiemplo XI: “De lo que aconteció a un deán de Santiago con don Illán, el gran maestro de Toledo.”
3. Romancero: “Sueño de doña Alda”, “El infante Arnaldos”, “El prisionero” y “Fontefrida”.
4. Jorge Manrique: Coplas a la muerte de su padre. Parte inicial: estrofas 1 a 13, sobre la brevedad de la vida.
5. Fernando de Rojas: La Celestina. Acto I, escena de la corrupción de Pármeno.
6. Garcilaso de la Vega: Soneto XXIII (“En tanto que de rosa y azucena…”) y vv.239-407 de la Égloga I con el lamento de Nemoroso (“Corrientes aguas puras, cristalinas…”).
7. Lazarillo de Tormes. Parte inicial del Tratado III, encuentro de Lázaro con el escudero.
8. Fray Luis de León: Poesía. “A la vida retirada” (Oda I) y “A Francisco Salinas” (Oda III).
9. San Juan de la Cruz: Poesía. “Noche oscura”, “Otras canciones a lo divino, de Cristo y el alma” (“Un pastorcito solo está penando…”) y “Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por fe” (“Que bien sé yo la fonte que mana y corre…”).
10. Miguel de Cervantes: Aventura de los molinos de Don Quijote de la Mancha (capítulo VIII); y episodio del patio de Monipodio en “Rinconete y Cortadillo”, una de sus Novelas ejemplares.
11. Lope de Vega: Poesía. “Mira, Zaide, que te digo…”, “Esparcido el cabello por la espalda” y “Belardo a Amarilis” (epístola séptima, vv. 154-280).
12. Luis de Góngora: Fábula de Polifemo y Galatea. Estrofas 4 a 14, descripción de la cueva, el cíclope y la ninfa.
13. Francisco de Quevedo: Poesía. “¡Ah de la vida! ¿Nadie me responde?…”; “Buscas en Roma a Roma, ¡oh peregrino!…”; “Hermosísimo invierno de mi vida…”; “¡Ay, Floralba! Soñe que te… ¿Dirélo?…”; “Cerrar podrá mis ojos la postrera…” y “Yacen en esta rica sepultura…”
14. Pedro Calderón de la Barca: El gran teatro del mundo. Versos 1-278, con el diálogo del autor (Dios) y el mundo, visto como una representación.
15. José de Cadalso: Cartas marruecas. Carta 38, de Gazel a Ben Beley, sobre el orgullo hispano.
16. Leandro Fernández de Moratín: El sí de las niñas. Acto III, escena X, en que el viejo Don Diego descubre la falsedad de su jovencísima prometida.
17. Mariano José de Larra: Artículos. “Vuelva usted mañana.” Sobre la ineficaz burocracia.
18. José Zorrilla: Don Juan Tenorio. Acto I, escenas XI y XII, versos 305-699 con el desafío en la taberna entre Don Juan y Don Luis.
19. Gustavo Adolfo Bécquer: Leyendas. “Los ojos verdes”. De la atracción fatal por las ninfas de las fuentes.
20. Benito Pérez Galdós: Trafalgar. Capítulo XI. El fragor de la famosa batalla.
21. Leopoldo Alas “Clarín”: “Adiós, Cordera”. Cuento triste sobre las paradojas del progreso, la vida rural asturiana y la injusticia social.
Referencias:
Gonzalo Pontón (selecc.) (2001): Veintiún clásicos para el siglo XXI. Barcelona, Crítica. Presentación de Francisco Rico.