Si de clásicos hispánicos vivos y actuales hablamos, Mario Benedetti, desaparecido ayer sólo en su forma mortal, es uno de esos nombres esenciales que concitan la admiración y la estima en ambas orillas del Atlántico. Poeta del compromiso, de la lucha por la libertad y la más alta exigencia estética, de la justicia y el verso claro, ayer nos abandonó a los 88 años, después de una larga enfermedad y un lento declive, pero su voz resuena aún juvenil y alegre desde tantas grabaciones en que recita sus poemas, muchas de ellas disponibles en Internet. Tenemos algunas muestras en Palabra virtual, en la Biblioteca de autores contemporáneos del Centro Virtual Cervantes y en A media voz.
Hoy intelectuales de todo el mundo lo homenajean y el Gobierno de Uruguay reserva una sala del Palacio Legislativo para velar su cadáver. Hoy todo son flores y loas a su figura, pero no están tan lejanos los tiempos de la dictadura que lo condenó a un largo exilio, ni los del relativo ninguneo al que lo sometieron algunos colegas por sus ideas políticas o por su supuesta y excesiva “sencillez”.
Afortunadamente, el legado de Benedetti es indiscutible: ensayos, poemas, cuentos, novelas… Una obra vasta e imprescindible, variada y de calidad, que está ahí entera para nosotros y que desde hace décadas tiene el aplauso cálido y numeroso de críticos, lectores y artistas de toda condición. Aplausos, versiones y homenajes como los que ha recibido desde el mundo del cine y la música. Recordemos por un lado el film El lado oscuro del corazón (1992) de Eliseo Subiela, diversos documentales y dos versiones de su novela La tregua; y por el otro, las canciones compuestas sobre sus versos por Daniel Viglietti (A dos voces), Joan Manuel Serrat (El sur también existe), Nacha Guevara, Pedro Guerra, Emiliano Valdeolivas y tantos otros.
No me resisto tampoco a citar el artículo que le dedica hoy el poeta Luis García Montero en el diario El País. Se titula Textos como espacios públicos y en él explica muy bien cómo la poesía de Benedetti supo llegar a tantos lectores. Entresaco tres fragmentos:
“La sencillez del verso de Mario invitaba a dar una imagen suya ingenua, simple, marcada por la falta de complejidad. Sin embargo, sus apuestas surgieron de un conocimiento profundo de la cultura occidental.” […]
“Es verdad que hay mala poesía nacida de la simplicidad, pero en los desvanes contemporáneos ocupa más lugar la quincallería de las rupturas llamativas, los experimentalismos y los sacerdotes de la élite. La poesía de Mario Benedetti, sin embargo, consiguió entrar en la educación sentimental de muchos lectores, y supo hablarle a la gente del amor, del miedo, de la melancolía, de la soledad, sentimientos que, por fortuna, no son patrimonio de los poetas, sino de los seres humanos en general.” […]
“Algo que también le agradecieron siempre sus lectores fue la necesidad de llevar su compromiso cívico más allá de los dogmas y de las consignas. Sabía que era obligado tomar postura contra el capitalismo real, igual que contra el socialismo real. Pero lo más importante es que no perdió nunca en los debates políticos su capacidad de sentir. No permitió que las ideas se separaran de la vida, mezcló la poesía amorosa con la conciencia cívica, y supo intentar en sus poemas, lo mismo que en narraciones como La tregua (1960), una épica de los seres comunes. Los ciudadanos normales tienen las mismas ilusiones y las mismas inquietudes que los héroes, porque los héroes no son más que personas normales puestas por la historia en una situación en la que se debe demostrar la dignidad humana. De eso trataban los libros de Mario. Así fue su vida.”
Adiós, Mario. Adiós al hombre comprometido con los que sufren, alerta desde su inteligencia y su sensibilidad, consciente y cercano, poeta íntegro y radical en su defensa de la dignidad humana, de verso y ritmo natural en su cadencia y en su vida. Nos vemos.
Extra
Escena de El lado oscuro del corazón en que el personaje de Oliverio recita el poema No te salves a Ana, su amante, al reencontrarla en el cabaret donde trabaja. Poco después, el propio Benedetti, caracterizado como un viejo poeta alemán, recita en este idioma su poema Corazón coraza a una bella pero ausente prostituta.
Acaso hemos perdido una voz insustituible, instalada en la coherencia desde el principio hasta el final, pero no en una coherencia aparente, coyuntural, cambiante, acomodada al último grito de la moda, sino la coherencia para con los valores inmutables; sí, inmutables y, discúlpenme, pero no voy a pedir perdón por creer que hay valores inmutables. Aun cuando no quede ningún ser humano sometido a la injusticia, habrá que velar por el ideal de justicia; aun cuando ningún ser humano sea víctima de la explotación y de la exclusión, será necesario recordar que la explotación y la exclusión son una posibilidad y habrá que velar por la salvaguarda de la solidaridad humana como un valor inmutable y la voz de Mario Benedetti seguirá siendo necesaria.
Afortunadamente nos deja sus libros, de los que emana una voz insobornable que ayuda a iluminar el horizonte, que nos recuerda que, como en “agosto de mil novecientos sesenta”, hoy, también, todas las personas de bien deberíamos entonar la oración que él mismo dirigió al Padre y hacerlo desde la absoluta certidumbre de su plena vigencia.
En memoria de Mario Benedetti y en honor a los que él llamaba “los nuestros” que siguen siendo “tantos” y tan “nuestros” como siempre y habitando los mismos espacios de dolor y desesperanza (¿será necesario referir los topónimos de la actual geografía de la infamia?):
Padre nuestro que estás en los cielos
con las golondrinas y los misiles
quiero que vuelvas antes de que olvides
cómo se llega al sur de Río Grande
Padre nuestro que estás en el exilio
casi nunca te acuerdas de los míos
de todos modos dondequiera que estés
santificado sea tu nombre
no quienes santifican en tu nombre
cerrando un ojo para no ver las uñas
sucias de la miseria
en agosto de mil novecientos sesenta
ya no sirve pedirte
venga a nos el tu reino
porque tu reino también está aquí abajo
metido en los rencores y en el miedo
en las vacilaciones y en la mugre
en la desilusión y en la modorra
en esta ansia de verte pese a todo
cuando hablaste del rico
la aguja y el camello
y te votamos todos
por unanimidad para la Gloria
también alzó su mano el indio silencioso
que te respetaba pero se resistía
a pensar hágase tu voluntad
sin embargo una vez cada tanto
tu voluntad se mezcla con la mía
la domina
la enciende
la duplica
más arduo es conocer cuál es mi voluntad
cuándo creo de veras lo que digo creer
así en tu omnipresencia como en mi soledad
así en la tierra como en el cielo
siempre
estaré más seguro de la tierra que piso
que del cielo intratable que me ignora
pero quién sabe
no voy a decidir
que tu poder se haga o se deshaga
tu voluntad igual se está haciendo en el viento
en el Ande de nieve
en el pájaro que fecunda a la pájara
en los cancilleres que murmullan yes sir
en cada mano que se convierte en puño
claro no estoy seguro si me gusta el estilo
que tu voluntad elige para hacerse
lo digo con irreverencia y gratitud
dos emblemas que pronto serán la misma cosa
lo digo sobre todo pensando en el pan nuestro
de cada día y de cada pedacito de día
ayer nos lo quitaste
dánosle hoy
o al menos el derecho de darnos nuestro pan
no sólo el que era símbolo de Algo
sino el de miga y cáscara
el pan nuestro
ya que nos queda pocas esperanzas y deudas
perdónanos si puedes nuestras deudas
pero no nos perdones la esperanza
no nos perdones nunca nuestros créditos
a más tardar mañana
saldremos a cobrar a los fallutos
tangibles y sonrientes forajidos
a los que tienen garras para el arpa
y un panamericano temblor con que se enjugan
la última escupida que cuelga de su rostro
poco importa que nuestros acreedores perdonen
así como nosotros
una vez
por error
perdonamos a nuestros deudores
todavía
nos deben como un siglo
de insomnios y garrote
como tres mil kilómetros de injurias
como veinte medallas a Somoza
como una sola Guatemala muerta
no nos dejes caer en la tentación
de olvidar o vender este pasado
o arrendar una sola hectárea de su olvido
ahora que es la hora de saber quiénes somos
y han de cruzar el río
el dólar y su amor contra rembolso
arráncanos del alma el último mendigo
y líbranos de todo mal de conciencia
amén.
Gracias por el poema, Ramón.
Es justo y necesario, por seguir con la paráfrasis religiosa, revivir las palabras de Mario y hacerlo presente, ahora y en la hora de su muerte.
Amén.